Nuestra Asamblea diocesana comenzó en
septiembre del 2014, el ocho para más señas, en la Festividad de la Natividad
de María. Ese día en la celebración de la Eucaristía en la Catedral Nueva, D.
Carlos, la convocó con gozo y esperanza. Nació bajo el amparo de María.
Todo el desarrollo de la misma ha sido un
ejercicio de comunión alentada por el Espíritu Santo. Nada estaba programado ni
pensado. La Comisión Permanente,
presidida y alentada por D. Carlos, ha ido configurando las epatas, los
tiempos, las celebraciones, las acciones, los cuadernillos de trabajo para los
Grupos, los encuentros “motivadores y sanadores” para sacerdotes, laicos,
religiosos….Todo. La reunión periódica de
la Plenaria, los miembros de las Comisiones,
ha alentado, abierto caminos, revisado, programado tareas….En fin, un todo ha
sido un regalo del Espíritu Santo, que nos ha conducido por caminos de
comunión.
Una parte muy importante han sido los Grupos
de Asamblea moderados y conducidos por la generosidad de los “Responsables
de los Grupos de Asamblea”, que son
hombres y mujeres a los que reconocemos y agradecemos su generosidad y
disponibilidad de servicio a la Iglesia. Están siendo muy importantes para la
marcha de la Asamblea. Recuerdan a “a
aquellos setenta y dos discípulos” (Cf Lc 10,1) que, sacados del mismo
pueblo, son enviados a sus propios hermanos por Jesús. Nuestra gratitud a ellos
es muy grande.
Vista la Asamblea con perspectiva, es motivo para alabar al Señor porque
ha estado grande con nosotros. En sí misma: su estructura, su dinámica, sus
tiempos, sus títulos, su desarrollo, su propuesta espiritual, pastoral y de renovación estructural, es una “parábola sugerente de futuro” para la labor evangelizadora de
nuestra Diócesis. Hemos sido invitados a “enamorarnos
de nuevo” del Señor, a “soñar” con caminos de una iglesia mas apostólica
y a “construir” una Iglesia reformada
en sus personas, comunidades y estructuras. Todo ello para una “salida misionera”, desde la alegría
pascual.
En un principio se pensó en un año para
la celebración de la Asamblea; más tarde, se vio que era un poco precipitado y
se fijó en un tiempo que definíamos en sus carteles como de “Adviento 2014 a la Pascua 2016”. Pero
como el soplo del Espíritu es constante y habla por todos, “sopla donde quiere…, y no se sabe de dónde viene
ni dónde va” (Jn 3, 8), y como la
Asamblea es llevada a cabo por todos, en comunión diocesana, nos ha parecido necesario cambiar las Sesiones Finales de
junio a septiembre. Tomémoslo como indicación del Espíritu Santo…., con
esperanza y gozo.
Bien es verdad, que esta decisión
evidencia un fallo de previsión de parte de los que programamos el calendario
de las Sesiones Finales para junio.
Pedimos perdón. Y, sobre todo, solicitamos el perdón a los que ya se habían
inscrito para las Sesiones de junio. Y algunos habían realizado esta
inscripción con el esfuerzo y sacrificio de pedir permisos laborales, dejar
acontecimientos familiares, escolares….y
sobre todo desde el amor al Señor y a su Iglesia. Muchas gracias por
vuestra generosidad y perdón de nuevo.
Ahora bien, nos preguntamos: ¿es insalvable este “bache” en el
desarrollo de la Asamblea? Digamos con el Apóstol Pablo: “sabemos que en todas las cosas interviene Dios para bien de los que le
aman” (Rom 8, 28). Todo es Gracia.
Hagamos de esta pequeña “turbulencia” un momento de gracia para realizar la
Asamblea con el tiempo, sosiego, cariño y dedicación que siempre hemos tenido y
se merece, pues esas han sido las razones del cambio de fechas. Si Dios quiere,
con la ayuda cierta del Espíritu Santo, terminaremos la Asamblea diocesana en
el próximo septiembre. Perdón y gracias.
Tomás Durán Sánchez
Vicario de Pastoral