Artículo de TOMÁS DURÁN SÁNCHEZ. VICARIO DE PASTORAL

Aprovechamos el último número, de este curso, de nuestra Revista Comunidad, para hacer una llamada a estar atentos al próximo mes de septiembre. Podríamos llamarlo el“mes de la Asamblea diocesana”. En él tendremos la finalización de la misma y se abrirá una etapa nueva en nuestra Diócesis. Junto a este artículo, van unas fechas con las que invitamos a toda la Comunidad diocesana a participar y os pedimos que las anotéis y guardéis.
Nuestra Asamblea, vista desde la perspectiva de casi dos años, ha sido y está siendo una pequeña parábola o relato simbólico. En ella, nos hemos invitado a “enamorarnos”de nuevo del Señor; a “soñar” una Iglesia diocesana apostólica y misionera; y a “construir” una Diócesis con una reforma en sus personas, comunidades e instituciones. Lo hemos hecho desde la “alegría pascual” (Cf. Jn 20,20) que Jesús nos da con su presencia, y que nos debe llevar a una “conversión pastoral y misionera, que no puede dejar las cosas como están” (EvGa 25).
Gracias a tantas personas que han colaborado en esta tarea. Sin ellos hubiera sido imposible llevarla a cabo. La Comisión permanente, presidida por D. Carlos, los miembros de las tres comisiones, los Responsables y participantes en los Grupos de Asamblea, a todos los que han acompañado este proceso, con la oración principalmente, y han participado de una manera o de otra. Gracias.
Se acerca la post-asamblea. Es necesaria para ese tiempo la sabiduría evangélica, que no se opone al atrevimiento apostólico (parresía), pero la necesitamos mucho. Un gran riesgo que nos acecha es cargar al futuro de la Asamblea la solución de todas nuestras dificultades pastorales (¡cuánto peligro tiene esto!). Y, además, solucionadas de manera automática e inmediata, especialmente las estructurales. Y, si esto no sucediera, proclamar rápidamente el axioma de “la Asamblea nace muerta”. Hagamos lo posible por evitarlo. Seguro que no sucederá. Procuremos, entre todos, que la Asamblea cree comunión y sea fuente de alegría y esperanza.
Es verdad que necesitamos un cambio de actitudes, criterios y reformas en nuestra espiritualidad, pastoral y estructuras diocesanas. Y la Asamblea, con la ayuda del Señor, los va a proponer y realizar posteriormente, con el tiempo del Espíritu Santo, que no es el cronos humano, ni tampoco es el inmovilismo. Y las reformas deben ir al unísono. El cambio del corazón y de las personas lleva a un cambio en las comunidades, y un cambio en nuestras comunidades lleva a nuevas estructuras para la misión. Pero, sobre todo, para que la Asamblea sea una parábola o “relato que enamore, haga soñar y construya”, se necesitan hombres y mujeres discípulos-misioneros del Señor que lo hagan vida. ¡Estos son en verdad los “odres nuevos” (Mt 9,17) que necesitamos con urgencia! ¡Los testigos! Ven, Espíritu Santo.
Para acabar, insistimos en dos fechas y aprovechamos para invitaros ya: 
el 8 de septiembre, en la Eucaristía de la Fiesta de la Natividad de María, en la Catedral Nueva, el Sr. Obispo abrirá las Sesiones Finales de la Asamblea. 
Y el sábado 8 de octubre, en el Santuario de la Nuestra Señora de la Peña de Francia (Nava de Francia), será (D. m.) la clausura de la Asamblea y la celebración del JUBILEO DIOCESANO del Año de la Misericordia

Te esperamos a ambas celebraciones. 
Anótalo. 
Participa.